WOOF WOOF!!
Hey gente! Como están tod@s?
Para mi gran placer les comunico
que e vuelto a coger con fuerza el hilo del segundo libro de la Manada Hati,
aún no lo he terminado pero estoy muy cerca. También tengo que ponerle título y
portada pero eso vendrá después. Un problema a la vez XD
Últimamente el tiempo no acompaña,
Galicia es demasiado propensa a las lluvias y el tiempo está hecho un asco por
lo que los dolores de cabeza son terriblemente florecientes. Te descuidas tres
segundos al único rayo de sol del día y tienes un dolor punzante durante todo
el día. Es un asco. Pero amo mi tierra y es parte de sus encantos.
Hoy como recompensa, y ya que se
ha acabado mi historia, os regalo una pequeña e sosa historia sobre la adopción
animal. Últimamente se escuchan muchos casos de animales abandonados y ataques
de perros.
Para mi el ser más especial de mi
vida fue la gata que críe con mi padre y lo único que me quedó de él cuando
murió. Años después de que mi preciosa se marchase decidimos tener un perro en
nuestra nueva vida. A lo largo de estos años en mi casa ha habido cuatro
perros, y dos de ellas no superaron los dos años de vida con nosotros. La
primera perrita, la que iba a ser mi primera perra, era una cachorrita mestiza
cuya madre la dio a luz en medio de un coto de caza. Los cazadores para
deshacerse de ellos que no espantasen a
la caza les dieron comida envenenada, llegó a mis brazos desnutrida e incapaz
de comer, hicimos lo que pudimos pero acabó muriendo en mis brazos tres días después
de llegar. Tiempo después buscamos otro y dio la casualidad de que un hombre
tenía un perro al que pensaba sacrificar por que no le servía para cuidar al
ganado, así fue como descubrimos a mi dulce León. A pesar de que no me gusta
nada la raza del pastor alemán, tras ver sus condiciones de vida y conociendo
su destino no fui capaz de rechazarlo. Es más, fue llegar, ver su carita y
saber lo que le ocurriría y me abracé a él negándome a dejarlo. Se convirtió en
el niño mimado de la casa. Hasta que llegó Kaleta, una pastor belga que le
dieron a mi tía, la cual iban a sacrificar por vieja ya que iban a conseguirse
otro perro. Lo que me pareció muy mal y como pensábamos buscarnos una chica
para hacerle compañía nos la trajimos. Decir que se convirtió en la reina sería
un eufemismo, comía hasta hartarse como nunca en su vida, tenía a León
dominado, se hacía lo que ella quería y era la perra más fiel que he conocido y
visto en mi vida. Pero la edad es un enemigo contra el que no se puede luchar,
y a sus catorce años nos abandonó sin previo aviso un día para siempre. Durante
una larga temporada pensamos en no tener más perros que León, pero notamos que
mi precioso chico empezó a deprimirse y eso nos preocupaba, además de que nos
disgustaba que estuviese solo. Fue así como conseguimos a nuestra dulce y
cabrona Mas de una perrera, la llamamos Masita con cariño y es una reinona que
nos ignora todo el tiempo si no estamos dispuestos a arrodillarnos para
rascarle la barriga. La acogimos de una perrera en la que llevaba un año y
medio abandonada, es muy mayor y era maltratada por las otras perras por su carácter
débil. Nos costó mucho que comiese al principio, y a día de hoy si ve a León
cerca sigue sin atreverse a acercarse a la comida, así que tenemos que
vigilarla. Gracias a Dios descubrió temprano la afición por las pelotas de mi
pequeño tonel (está gordísima que da miedo) y conseguimos avivar la chispa de
su felicidad. Empezó a jugar y a exigir atención.
Así hasta hoy, mis perros no me
hacen ni puto caso, obedientes no sería un termino que usaría con ello y aparte
de llamar la atención cuando alguien se acerca a la casa no sirven para mucho,
sin embargo no los cambiaria por otros a pesar de sus irritantes
peculiaridades. Son animales chaqueteros pero que saben ganarse el cariño que
se les ofrece y oye, aparentar aparentan que valen para algo XD
León y Masita
La historia!:
-He! Mira que perro tan sucio.
Sí, eso es lo que todos dicen al verme, pero ¿Qué esperan?
Llevo casi toda mi vida en la calle. Ser un perro de tamaño medio grande no
ayuda a que te quieran demasiado tiempo, encima mi pelo canela está enlodado y
enredado con cosas pegadas en el engañando sobre su color. Tengo siete años y
una cojera en la pata trasera izquierda por que a los adolescentes les parece
divertido sacar sus frustraciones contra nosotros. Entupido de mi, creyendo que
querían acariciarme y darme de comer. ¿mi nombre? No lo recuerdo, se que tuve
uno durante mi primer año, después de que me arrancaran de mi familia y me
llevasen a un bonito piso con grandes vistas. Luego crecí y pasó lo de siempre.
Vivía en una zona de paso, con muchos restaurantes y gente
entrando y saliendo en bocas de metro, autobuses y oficinas. Lo que, gracias a
dios, significaba mucha comida tirada. Claro que a ninguno de esos humanos
estirados y con ropa limpia les gustaba que un chucho maloliente se les
acercase. Sí, ese es mi nombre ahora.
Es de noche y descanso en el pequeño hueco entre cartones y
basura al lado de uno de los contenedores. Alguien ha tirado comida por lo que
no tendré que separarme mucho, mi pata duele siempre y mis costillas están
profundamente marcadas en mi abdomen. No se cuanto más podré aguantar. No por
el hambre, conozco muchos sitios en los que robar, y algún niño tira alguna
chuche al suelo, incluso hay algún vecino con problemas de conciencia que deja
pienso para gatos callejeros.
La soledad es lo que duele, veo gente pasar todos lo días, y
muchas veces llevan perros con ellos. Acicalados, bien peinados, con ropitas
entupidas y con un collar reluciente. Reciben amor de sus amos y se les permite
jugar con otros, saludarse e interactuar. Pero yo soy un chucho, en cuanto me
acerco los amos tiran de las correas y lanzan patadas al aire para que me
separe. Los perros tampoco ayudan, tiene demasiado miedo de ensuciar sus ocios
con algo de tan baja categoría. Odio a las hembras, son unas presumidas repipis
que luego van enseñando su trasero a cualquiera cuando llega su época de celo.
Bufo. En cambio los machos, son poderoso, hermoso y joviales. No me importaría
echarme al lado de alguno y dejar que mordisque mi estomago y mi cuello.
Pero claro, siempre soy una amenaza.
A veces pienso que ocurriría si dejo que la protectora de
animales me capturase. Sé que acabaría en una perrera, las he visto, he oído
los rumores de otros animales callejeros. ¿Alguien me adoptaría? Soy un buen
perro, sé obedecer muy bien, no me subo a los muebles y no ago pis en la
alfombra. He intentado decírselo a algún humano pero claro, ellos no entienden,
hablan su propio idioma ajenos a todos los demás. Ni siquiera se entienden
entre los de su propia especie.
Si lo hubiese intentado antes quizás hubiese tenido más
suerte. Siendo joven y limpio, cuando no tenía mi cojera ni tantos años. Otros
perros me lo dijeron, tienes que ser joven y pequeño para que alguien te
quiera. Esas ratas que llevan los humanos disfrazadas por perros no se merecen
su nombre. Gruñó su angustia.
Un día, cuando se empezaba el otoño se fue al parque, el
lugar donde los perros con collar jugaban. Le gustaba echarse entre los
matorrales tras comer y ver aquellos perros, sabía que podían olerlo y esperaba
a que alguno se le acercase.
Como todos los días ninguno se acercó y cuando se dispuso a
marcharse un joven cachorro se acercó. Una mezcla de galgo con su pelaje blanco
y una mancha en el pecho, debía de tener un año o dos. En su cuello traía un
pequeño pañuelo, como un lazo en lugar del collar. Se acercó directamente a él
olfateando el suelo cuidadosamente mientras se acercaba. Esperó impactante, el
cachorro se le acercó y olfateó sus orejas estornudando de repente.
Eso le molestó, sabía que no olía como el enjabonado perro
de casa, pero eso no le daba derecho a hacer aquello. Cuando se dispuso a
levantarse notó que su pata estaba en uno de esos días malos y tendría que
arrastrarla. El cachorro insistió un poco olfateando su nariz y sin permiso su
trasero. ¡Como se atrevía!
Indignado gruño y lanzó un mordisco al joven cachorro que se
sentó obedientemente esperándole, bajó su pecho en una invitación para jugar y
deseó poder aceptar. Pero era tarde, su pierna dolía demasiado y el aire olía a
lluvia.
Apenado por perder aquella oportunidad se enroscó en la
vieja manta que usaba como suelo y lloró lastimoso toda la noche mientras caía
la lluvia.
Por la mañana su pata dolía demasiado, no podría moverse
aquel día, lo que quería decir que no podría ir a comer. Aprovechó el agua
estancada en un plástico cercano para ahorrarse el levantarse. Amaba y odiaba
cuando llegaba la lluvia, por una parte su pelaje se limpiaba un poco y por
otra su pierna dolía más y más. Lo mejor era dormir, dormir todo el día, a
veces tenía miedo de dormir y que al despertar algo malo hubiese pasado, o
peor, que no consiguiese despertarse.
En esta ocasión se despertó con el picor del olor de una
salchicha en su nariz, al abrir los ojos allí estaba el cachorro blanco tumbado
delante de su caza y con media salchicha saliendo de su boca. Se acercó, le dio
la salchicha y volvió a su sitio esperándole. Comió el alimento agradecido y
miró al cachorro que movía su cola de felicidad. Ladró su agradecimiento y
permitió que el cachorro blanco se acercase y rozase su nariz contra la suya.
Lamió la cara del cachorro que estaba manchada de Ketchup y escuchó los
ladridos agudos de felicidad. Fue golpeado por sorpresa por la lengua del
cachorro limpiando todo su hocico y sus orejas. No podía creerlo, había
encontrado alguien que lo quería.
Pasaron dos días antes de que chucho permitiese al cachorro
entrar en su cómoda caja, pero llovía y el pequeño temblaba. Se acurrucaron
juntos y él se apoyó sobre el cachorro lamiendo sus orejas para intentar calmar
sus temblores. El cachorro le había contado su historia, era un perro de casa,
había salido a jugar con su familia y echó a correr tras una ardilla mientras
escuchaba su nombre gritado por los humanos. Cuando el maldito roedor trepó a
un árbol se dio cuenta de que ya estaba demasiado lejos. Intentó regresar, pero
todos se habían ido, le entró el miedo e intentó seguir el olor de sus amos,
fue como le encontró a él.
Chucho estaba agradecido de tener a cachorro con él, el
pequeño podría haberse ido con otros pequeños grupos o aceptar la mano humana y
sin embargo a lo largo de los días siempre regresaba a aquella caja, se
acurrucaba a su lado y le daba sus mimos. Al pequeño le encantaba darle besos
sin parar, no solo le ayudaba a rascarse o a traer comida, siempre que tenía la
oportunidad lo acribillaba a besos en el hocico. En ocasiones tenía que darle
un pequeño mordisco para que se contuviese.
El frío invierno llegó antes de que pudiese notarlo pero
ahora ya no le tenía miedo. Su cachorro le daba todo el amor que hubiese
querido de un humano y más. Había aprendido a recibir los mimos y a
devolverlos, a compartir la comida y a defender a su cachorro ante otros perros
y ante la ciudad.
Era feliz mirando aquellos ojos color avellana que le
sonreían y le demostraban todo su amor, a pesar de la sombra que siempre había
de echar de menos su casa.
Sabía que estando en las calles no
les encontraría y no le haría eso a su cachorro. Disfrutó de una estación
entera con su compañía y aunque le dolía mentirle le llevó a una de las zonas
donde siempre pasaban los de la protectora. Al verlos el cachorro dio la alarma
e intentó echar a correr pero él fingió el dolor de su pata y lloró todo lo
alto que pudo impidiéndole marcharse y haciendo que los humanos se diesen
cuenta de dónde estaban.
Dentro de la jaula sintió deseos
de llorar pero no se lo permitió, calmó a su cachorro y se mantuvo firme. Sabía
que allí era el lugar donde encontraban a los perros con casa, llamarían a sus
amos y vendrían a buscarle. Cachorro era joven y un perro educado, si sus amos
no le quisieran otros lo harían enseguida. En cuanto a él, con un poco de
suerte le darían algo para el dolor y no lo sacrificarían hasta que su cachorro
no se hubiese ido. No tenía ninguna oportunidad, nunca la tubo. Sabía que eso
era lo que más le asustaba a su cachorro, pero desde su lado de la celda se
apoyaba contra los barrotes que los separaban y le daba pequeños lametones
intentado tranquilizarlo. Habían tenido suerte y los habían puesto uno al lado
del otro, al menos por ahora aún estaban juntos, pero el tiempo se acabaría.
Y así fue, no pasaron ni dos días
cuando un grupo de dos humanos y un cachorro llegaron felices hasta la jaula de
su cachorro hablándole en un tono extraño. Su cachorro ladraba feliz en
reconocimiento y meneaba la cola en una velocidad que juraría que llegaría a
partírsela. En cuanto abrieron su jaula le pusieron su collar con el pañuelo
atado al cuello y le llenaron de mimos.
Chucho los miró sabiendo que su
cachorro estaba en una buena familia, guardó silencio mientras veía como
tiraban de él para llevárselo. Eso era el adiós, cerró los ojos y trató de no
gemir hasta que se marchasen. Había sido muy feliz en esta última etapa de su
vida, no tenía nada de lo que arrepentirse y mucho por lo que agradecer. La jaula
sería su último hogar y pronto se acabaría todo. Había sido fácil, o eso pensó.
Los ladridos y gruñidos más altos
que había oído en su vida resonaron contra las paredes. Abrió sus ojos para ver
a su cachorro ladrando a su jaula, tirando de la correa y mordiendo los
barrotes. Su cachorro no se había olvidado de él, no quería dejarlo.
Conmovido y asustado se acercó a
las rejas que les separaban e intentó darle un poco de sentido común, era su
oportunidad de volver a casa, si había demasiado escándalo puede que le
abandonasen allí y cambiasen por otro. Pero su cachorro insistía, no importa
cuanto tirasen de la correa, no importa cuando le riñese Chucho, ni si sus
dientes sangraban, él no le abandonaría.
Empezó a gemir suplicante para que se
detuviese y sin darse cuenta su puerta fue abierta. La mancha blanca nerviosa
saltó sobre él lamiéndolo, mordiéndolo y gruñéndole en reproche por haber
intentado que le abandonase. El gruñó sus mimos disfrutándolos una vez, solo
una última vez y entonces echaría a su cachorro, lo mordería lo empujaría
afuera y obligaría a sus dueños a llevárselo.
Se entretuvo demasiado con sus
mimos por que no se dio cuenta del joven humano que se arrodillaba frente a él
y le ofrecía su mano para olerla. Miró cauteloso y vio como su cachorro le
empujaba a intentarlo. Olfateó su mano y dio su consentimiento con una pequeña
lamida. El humano comenzó a acariciarle la cabeza y luego todo el cuerpo hasta
su pata, no pudo evitar gemir lastimero. El humano no se apartó, masajeó la
zona con cuidado y sonrió, su cachorro ladró feliz, algo ocurría. La hembra
humana con su cachorro en brazos también se arrodillaron, el pequeño humano
acercó sus diminutas manitas hasta mi hocico y acarició mi morro una vez antes
de reír escandalosamente.
Todavía no se como ocurrió pero
ahora tengo un mullido cojín para dormir abrazado a mi cachorro. Tengo un
jardín para jugar y hacer mis cosas y puedo observar como mi cachorro juega con
el humano grande mientras yo vigilo a la cría humana. Es torpe y propensa a chillar
y a llorar. Cuando esto ocurre los humanos grandes se ponen a correr intentado
callarla, al principio era irritante, ahora simplemente me levanto y lamo sus
lágrimas y todo está bien de nuevo.
Cuando mi cachorro se casa de
jugar viene a mi lado y me da mis mimos, olfatea mi pelo liso y sedoso color
canela y se apoya sobre mi lamiendo mis orejas y mordisqueando mi collar nuevo.
Por las noches mientras todos duermen en la casa mi cachorro sueña y puedo
escucharle gemir que no me marche, que me quiere a su lado. Cuando eso pasa
procuro meter mi hocico en su oreja y susurrarle lo mucho que lo amo hasta que
vuelve a dormirse.
¬¬...
ResponderEliminarHistoria sosa?
Quién se puso a llorar como boba la otra noche leyéndola? e? e?
Tus perrines són adorables *O* me encantan, ya lo sabes XD! sobretodo jugando con los globos ewé!!! aish! me los comía!
Muchas gracias por la historia Death-Ela, esta muy linda!
ResponderEliminarque tengas un lindo fin de semana<3
Muchas gracias por la historiaa!!
ResponderEliminaryo tambien tengo un perroo que adopte de grande por que su familia se fue a vivir a otro pais y lo dejo abandonado en la calle luego nos enteramos quien era la familia y que se habian ido y no habian querido llevarselo con el entonces lo dejaron en la calle pobrecito...asi que nosotros lo adoptamos su nombre es Max ahora ya esta viejitooo y lo adoro con todo mi corazonn!!
bueno queria contar esoo ..je! besos buen fin de semana!!!
Firiel tiene razón, de sosa nada. Aquí me tienes con los ojos rojos e hinchados de llorar. Preciosa historia, muchas gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por la historia...yo que estaba feliz y ahora estoy con lagrimas en los ojos :) ♥ una historia muy linda, se te agradece que la compartas con nosotros ♥
ResponderEliminarJijijijiji, pues perdon y gracias por leerla!
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