viernes, 24 de mayo de 2013

WOOF WOOF!!



Hey gente! Como están tod@s?
Para mi gran placer les comunico que e vuelto a coger con fuerza el hilo del segundo libro de la Manada Hati, aún no lo he terminado pero estoy muy cerca. También tengo que ponerle título y portada pero eso vendrá después. Un problema a la vez XD
Últimamente el tiempo no acompaña, Galicia es demasiado propensa a las lluvias y el tiempo está hecho un asco por lo que los dolores de cabeza son terriblemente florecientes. Te descuidas tres segundos al único rayo de sol del día y tienes un dolor punzante durante todo el día. Es un asco. Pero amo mi tierra y es parte de sus encantos.
Hoy como recompensa, y ya que se ha acabado mi historia, os regalo una pequeña e sosa historia sobre la adopción animal. Últimamente se escuchan muchos casos de animales abandonados y ataques de perros.
Para mi el ser más especial de mi vida fue la gata que críe con mi padre y lo único que me quedó de él cuando murió. Años después de que mi preciosa se marchase decidimos tener un perro en nuestra nueva vida. A lo largo de estos años en mi casa ha habido cuatro perros, y dos de ellas no superaron los dos años de vida con nosotros. La primera perrita, la que iba a ser mi primera perra, era una cachorrita mestiza cuya madre la dio a luz en medio de un coto de caza. Los cazadores para deshacerse de ellos  que no espantasen a la caza les dieron comida envenenada, llegó a mis brazos desnutrida e incapaz de comer, hicimos lo que pudimos pero acabó muriendo en mis brazos tres días después de llegar. Tiempo después buscamos otro y dio la casualidad de que un hombre tenía un perro al que pensaba sacrificar por que no le servía para cuidar al ganado, así fue como descubrimos a mi dulce León. A pesar de que no me gusta nada la raza del pastor alemán, tras ver sus condiciones de vida y conociendo su destino no fui capaz de rechazarlo. Es más, fue llegar, ver su carita y saber lo que le ocurriría y me abracé a él negándome a dejarlo. Se convirtió en el niño mimado de la casa. Hasta que llegó Kaleta, una pastor belga que le dieron a mi tía, la cual iban a sacrificar por vieja ya que iban a conseguirse otro perro. Lo que me pareció muy mal y como pensábamos buscarnos una chica para hacerle compañía nos la trajimos. Decir que se convirtió en la reina sería un eufemismo, comía hasta hartarse como nunca en su vida, tenía a León dominado, se hacía lo que ella quería y era la perra más fiel que he conocido y visto en mi vida. Pero la edad es un enemigo contra el que no se puede luchar, y a sus catorce años nos abandonó sin previo aviso un día para siempre. Durante una larga temporada pensamos en no tener más perros que León, pero notamos que mi precioso chico empezó a deprimirse y eso nos preocupaba, además de que nos disgustaba que estuviese solo. Fue así como conseguimos a nuestra dulce y cabrona Mas de una perrera, la llamamos Masita con cariño y es una reinona que nos ignora todo el tiempo si no estamos dispuestos a arrodillarnos para rascarle la barriga. La acogimos de una perrera en la que llevaba un año y medio abandonada, es muy mayor y era maltratada por las otras perras por su carácter débil. Nos costó mucho que comiese al principio, y a día de hoy si ve a León cerca sigue sin atreverse a acercarse a la comida, así que tenemos que vigilarla. Gracias a Dios descubrió temprano la afición por las pelotas de mi pequeño tonel (está gordísima que da miedo) y conseguimos avivar la chispa de su felicidad. Empezó a jugar y a exigir atención.
Así hasta hoy, mis perros no me hacen ni puto caso, obedientes no sería un termino que usaría con ello y aparte de llamar la atención cuando alguien se acerca a la casa no sirven para mucho, sin embargo no los cambiaria por otros a pesar de sus irritantes peculiaridades. Son animales chaqueteros pero que saben ganarse el cariño que se les ofrece y oye, aparentar aparentan que valen para algo XD

 León y Masita
La historia!: 



-He! Mira que perro tan sucio.

Sí, eso es lo que todos dicen al verme, pero ¿Qué esperan? Llevo casi toda mi vida en la calle. Ser un perro de tamaño medio grande no ayuda a que te quieran demasiado tiempo, encima mi pelo canela está enlodado y enredado con cosas pegadas en el engañando sobre su color. Tengo siete años y una cojera en la pata trasera izquierda por que a los adolescentes les parece divertido sacar sus frustraciones contra nosotros. Entupido de mi, creyendo que querían acariciarme y darme de comer. ¿mi nombre? No lo recuerdo, se que tuve uno durante mi primer año, después de que me arrancaran de mi familia y me llevasen a un bonito piso con grandes vistas. Luego crecí y pasó lo de siempre.

Vivía en una zona de paso, con muchos restaurantes y gente entrando y saliendo en bocas de metro, autobuses y oficinas. Lo que, gracias a dios, significaba mucha comida tirada. Claro que a ninguno de esos humanos estirados y con ropa limpia les gustaba que un chucho maloliente se les acercase. Sí, ese es mi nombre ahora.
Es de noche y descanso en el pequeño hueco entre cartones y basura al lado de uno de los contenedores. Alguien ha tirado comida por lo que no tendré que separarme mucho, mi pata duele siempre y mis costillas están profundamente marcadas en mi abdomen. No se cuanto más podré aguantar. No por el hambre, conozco muchos sitios en los que robar, y algún niño tira alguna chuche al suelo, incluso hay algún vecino con problemas de conciencia que deja pienso para gatos callejeros.
La soledad es lo que duele, veo gente pasar todos lo días, y muchas veces llevan perros con ellos. Acicalados, bien peinados, con ropitas entupidas y con un collar reluciente. Reciben amor de sus amos y se les permite jugar con otros, saludarse e interactuar. Pero yo soy un chucho, en cuanto me acerco los amos tiran de las correas y lanzan patadas al aire para que me separe. Los perros tampoco ayudan, tiene demasiado miedo de ensuciar sus ocios con algo de tan baja categoría. Odio a las hembras, son unas presumidas repipis que luego van enseñando su trasero a cualquiera cuando llega su época de celo. Bufo. En cambio los machos, son poderoso, hermoso y joviales. No me importaría echarme al lado de alguno y dejar que mordisque mi estomago y mi cuello.
Pero claro, siempre soy una amenaza.

A veces pienso que ocurriría si dejo que la protectora de animales me capturase. Sé que acabaría en una perrera, las he visto, he oído los rumores de otros animales callejeros. ¿Alguien me adoptaría? Soy un buen perro, sé obedecer muy bien, no me subo a los muebles y no ago pis en la alfombra. He intentado decírselo a algún humano pero claro, ellos no entienden, hablan su propio idioma ajenos a todos los demás. Ni siquiera se entienden entre los de su propia especie.
Si lo hubiese intentado antes quizás hubiese tenido más suerte. Siendo joven y limpio, cuando no tenía mi cojera ni tantos años. Otros perros me lo dijeron, tienes que ser joven y pequeño para que alguien te quiera. Esas ratas que llevan los humanos disfrazadas por perros no se merecen su nombre. Gruñó su angustia.

Un día, cuando se empezaba el otoño se fue al parque, el lugar donde los perros con collar jugaban. Le gustaba echarse entre los matorrales tras comer y ver aquellos perros, sabía que podían olerlo y esperaba a que alguno se le acercase.
Como todos los días ninguno se acercó y cuando se dispuso a marcharse un joven cachorro se acercó. Una mezcla de galgo con su pelaje blanco y una mancha en el pecho, debía de tener un año o dos. En su cuello traía un pequeño pañuelo, como un lazo en lugar del collar. Se acercó directamente a él olfateando el suelo cuidadosamente mientras se acercaba. Esperó impactante, el cachorro se le acercó y olfateó sus orejas estornudando de repente.
Eso le molestó, sabía que no olía como el enjabonado perro de casa, pero eso no le daba derecho a hacer aquello. Cuando se dispuso a levantarse notó que su pata estaba en uno de esos días malos y tendría que arrastrarla. El cachorro insistió un poco olfateando su nariz y sin permiso su trasero. ¡Como se atrevía!

Indignado gruño y lanzó un mordisco al joven cachorro que se sentó obedientemente esperándole, bajó su pecho en una invitación para jugar y deseó poder aceptar. Pero era tarde, su pierna dolía demasiado y el aire olía a lluvia.
Apenado por perder aquella oportunidad se enroscó en la vieja manta que usaba como suelo y lloró lastimoso toda la noche mientras caía la lluvia.
Por la mañana su pata dolía demasiado, no podría moverse aquel día, lo que quería decir que no podría ir a comer. Aprovechó el agua estancada en un plástico cercano para ahorrarse el levantarse. Amaba y odiaba cuando llegaba la lluvia, por una parte su pelaje se limpiaba un poco y por otra su pierna dolía más y más. Lo mejor era dormir, dormir todo el día, a veces tenía miedo de dormir y que al despertar algo malo hubiese pasado, o peor, que no consiguiese despertarse.

En esta ocasión se despertó con el picor del olor de una salchicha en su nariz, al abrir los ojos allí estaba el cachorro blanco tumbado delante de su caza y con media salchicha saliendo de su boca. Se acercó, le dio la salchicha y volvió a su sitio esperándole. Comió el alimento agradecido y miró al cachorro que movía su cola de felicidad. Ladró su agradecimiento y permitió que el cachorro blanco se acercase y rozase su nariz contra la suya. Lamió la cara del cachorro que estaba manchada de Ketchup y escuchó los ladridos agudos de felicidad. Fue golpeado por sorpresa por la lengua del cachorro limpiando todo su hocico y sus orejas. No podía creerlo, había encontrado alguien que lo quería.

Pasaron dos días antes de que chucho permitiese al cachorro entrar en su cómoda caja, pero llovía y el pequeño temblaba. Se acurrucaron juntos y él se apoyó sobre el cachorro lamiendo sus orejas para intentar calmar sus temblores. El cachorro le había contado su historia, era un perro de casa, había salido a jugar con su familia y echó a correr tras una ardilla mientras escuchaba su nombre gritado por los humanos. Cuando el maldito roedor trepó a un árbol se dio cuenta de que ya estaba demasiado lejos. Intentó regresar, pero todos se habían ido, le entró el miedo e intentó seguir el olor de sus amos, fue como le encontró a él.
Chucho estaba agradecido de tener a cachorro con él, el pequeño podría haberse ido con otros pequeños grupos o aceptar la mano humana y sin embargo a lo largo de los días siempre regresaba a aquella caja, se acurrucaba a su lado y le daba sus mimos. Al pequeño le encantaba darle besos sin parar, no solo le ayudaba a rascarse o a traer comida, siempre que tenía la oportunidad lo acribillaba a besos en el hocico. En ocasiones tenía que darle un pequeño mordisco para que se contuviese.

El frío invierno llegó antes de que pudiese notarlo pero ahora ya no le tenía miedo. Su cachorro le daba todo el amor que hubiese querido de un humano y más. Había aprendido a recibir los mimos y a devolverlos, a compartir la comida y a defender a su cachorro ante otros perros y ante la ciudad.
Era feliz mirando aquellos ojos color avellana que le sonreían y le demostraban todo su amor, a pesar de la sombra que siempre había de echar de menos su casa.
Sabía que estando en las calles no les encontraría y no le haría eso a su cachorro. Disfrutó de una estación entera con su compañía y aunque le dolía mentirle le llevó a una de las zonas donde siempre pasaban los de la protectora. Al verlos el cachorro dio la alarma e intentó echar a correr pero él fingió el dolor de su pata y lloró todo lo alto que pudo impidiéndole marcharse y haciendo que los humanos se diesen cuenta de dónde estaban.
Dentro de la jaula sintió deseos de llorar pero no se lo permitió, calmó a su cachorro y se mantuvo firme. Sabía que allí era el lugar donde encontraban a los perros con casa, llamarían a sus amos y vendrían a buscarle. Cachorro era joven y un perro educado, si sus amos no le quisieran otros lo harían enseguida. En cuanto a él, con un poco de suerte le darían algo para el dolor y no lo sacrificarían hasta que su cachorro no se hubiese ido. No tenía ninguna oportunidad, nunca la tubo. Sabía que eso era lo que más le asustaba a su cachorro, pero desde su lado de la celda se apoyaba contra los barrotes que los separaban y le daba pequeños lametones intentado tranquilizarlo. Habían tenido suerte y los habían puesto uno al lado del otro, al menos por ahora aún estaban juntos, pero el tiempo se acabaría.

Y así fue, no pasaron ni dos días cuando un grupo de dos humanos y un cachorro llegaron felices hasta la jaula de su cachorro hablándole en un tono extraño. Su cachorro ladraba feliz en reconocimiento y meneaba la cola en una velocidad que juraría que llegaría a partírsela. En cuanto abrieron su jaula le pusieron su collar con el pañuelo atado al cuello y le llenaron de mimos.
Chucho los miró sabiendo que su cachorro estaba en una buena familia, guardó silencio mientras veía como tiraban de él para llevárselo. Eso era el adiós, cerró los ojos y trató de no gemir hasta que se marchasen. Había sido muy feliz en esta última etapa de su vida, no tenía nada de lo que arrepentirse y mucho por lo que agradecer. La jaula sería su último hogar y pronto se acabaría todo. Había sido fácil, o eso pensó.
Los ladridos y gruñidos más altos que había oído en su vida resonaron contra las paredes. Abrió sus ojos para ver a su cachorro ladrando a su jaula, tirando de la correa y mordiendo los barrotes. Su cachorro no se había olvidado de él, no quería dejarlo.
Conmovido y asustado se acercó a las rejas que les separaban e intentó darle un poco de sentido común, era su oportunidad de volver a casa, si había demasiado escándalo puede que le abandonasen allí y cambiasen por otro. Pero su cachorro insistía, no importa cuanto tirasen de la correa, no importa cuando le riñese Chucho, ni si sus dientes sangraban, él no le abandonaría.
 Empezó a gemir suplicante para que se detuviese y sin darse cuenta su puerta fue abierta. La mancha blanca nerviosa saltó sobre él lamiéndolo, mordiéndolo y gruñéndole en reproche por haber intentado que le abandonase. El gruñó sus mimos disfrutándolos una vez, solo una última vez y entonces echaría a su cachorro, lo mordería lo empujaría afuera y obligaría a sus dueños a llevárselo.

Se entretuvo demasiado con sus mimos por que no se dio cuenta del joven humano que se arrodillaba frente a él y le ofrecía su mano para olerla. Miró cauteloso y vio como su cachorro le empujaba a intentarlo. Olfateó su mano y dio su consentimiento con una pequeña lamida. El humano comenzó a acariciarle la cabeza y luego todo el cuerpo hasta su pata, no pudo evitar gemir lastimero. El humano no se apartó, masajeó la zona con cuidado y sonrió, su cachorro ladró feliz, algo ocurría. La hembra humana con su cachorro en brazos también se arrodillaron, el pequeño humano acercó sus diminutas manitas hasta mi hocico y acarició mi morro una vez antes de reír escandalosamente.

Todavía no se como ocurrió pero ahora tengo un mullido cojín para dormir abrazado a mi cachorro. Tengo un jardín para jugar y hacer mis cosas y puedo observar como mi cachorro juega con el humano grande mientras yo vigilo a la cría humana. Es torpe y propensa a chillar y a llorar. Cuando esto ocurre los humanos grandes se ponen a correr intentado callarla, al principio era irritante, ahora simplemente me levanto y lamo sus lágrimas y todo está bien de nuevo.
Cuando mi cachorro se casa de jugar viene a mi lado y me da mis mimos, olfatea mi pelo liso y sedoso color canela y se apoya sobre mi lamiendo mis orejas y mordisqueando mi collar nuevo. Por las noches mientras todos duermen en la casa mi cachorro sueña y puedo escucharle gemir que no me marche, que me quiere a su lado. Cuando eso pasa procuro meter mi hocico en su oreja y susurrarle lo mucho que lo amo hasta que vuelve a dormirse.

6 comentarios:

  1. ¬¬...
    Historia sosa?
    Quién se puso a llorar como boba la otra noche leyéndola? e? e?

    Tus perrines són adorables *O* me encantan, ya lo sabes XD! sobretodo jugando con los globos ewé!!! aish! me los comía!

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  2. Muchas gracias por la historia Death-Ela, esta muy linda!
    que tengas un lindo fin de semana<3

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  3. Muchas gracias por la historiaa!!
    yo tambien tengo un perroo que adopte de grande por que su familia se fue a vivir a otro pais y lo dejo abandonado en la calle luego nos enteramos quien era la familia y que se habian ido y no habian querido llevarselo con el entonces lo dejaron en la calle pobrecito...asi que nosotros lo adoptamos su nombre es Max ahora ya esta viejitooo y lo adoro con todo mi corazonn!!
    bueno queria contar esoo ..je! besos buen fin de semana!!!

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  4. Firiel tiene razón, de sosa nada. Aquí me tienes con los ojos rojos e hinchados de llorar. Preciosa historia, muchas gracias. Un abrazo.

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  5. Muchas gracias por la historia...yo que estaba feliz y ahora estoy con lagrimas en los ojos :) ♥ una historia muy linda, se te agradece que la compartas con nosotros ♥

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  6. Jijijijiji, pues perdon y gracias por leerla!

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