jueves, 11 de abril de 2013

Hola hola buenas gentes!!


Como os va todo? yo estoi un poquitín deprimida así que me he puesto a urgar en el baul de los recuerdos y he recuperado una minihistoria de hace mucho tiempo.
Esta pequeña historia tiene MUCHAS FALTAS, así que no hace falta que nadie lo diga, ya lo sé. Tambien tiene algunos fallos de expresión pero lo excribí hace mucho tiempo en un momento especial y le tengo cariño al texto tal y como está, por ello me niego a corregirlo (Soy una sentimental, quien no lo sepa se dará cuenta cuando me lea XD) así que aquí os dejo mi pequeña joyita y espero que os guste, un gran CHU!!! 



Había una vez una casa vieja, esta no era de las mas grandes y estaba abandonada por sus dueños, la madera y otros trastos se amontonaban a su alrededor como si solo fuese una pared, pero ella se mantenía fuerte, orgullosa, demostrando toda su autenticidad, todo su carisma, aunque estuviese sucia y vieja. Aquella casa se sentía un poco triste por que nunca sería vista como algo más que un objeto, oculta entre leños objetos y abandonada en medio de ningún lugar.
Un día noto que un coche desconocido se paraba delante de ella, podía ver los coches pasar todos los días, pero nunca nadie paró y se bajó. Del coche apareció una pequeña mujer delgadita como una fina hoja y la contempló, la casa se sintió sobrecogida, hacia tanto que nadie la miraba, la mujer la sonrió y la casa se estremeció, había oído sus lamentos. La mujer se acercó y contempló sus fuertes muros y lentamente apoyó su mano en esta, la casa sintió su calor, era tan agradable. La alegría y la excitación hacía que la casa se sintiese eufórica,  mas, mas, quería mucha mas atención: «mírame, mírame» repetía la vieja casa mientras la mujer la observaba y la sonreía.
Deseaba que se quedase un poco más, que la sonriera mucho más, así que abrió su puerta delantera invitándola a entrar, la mujer se acercó y asomó un poco la cabeza apoyando una mano en la puerta. La vieja casa nerviosa la invitaba «entra, entra» pero la mujer acarició la manilla y cerró la puerta. Luego se dirigió a su coche y tras volver a sonreírla se marchó.
La echaba de menos, se había sentido querida, extrañaba esa sensación, cuando la mujer se fue al principio se tornó un poco mas triste, mas gris y mas fea, nadie la querría nunca, ella estaba sola.
Muchos días después su dueño volvió con otro coche como compañía, otro hombre bajó que puso mala cara al verla, a la casa tampoco le gustó, era serio y la miraba con asco, seguro que se negaba a acercarse por miedo a mancharse, deseó tirarle un poco e polvo desde alguna de sus ventanas. Entonces se fijó nuevamente en el coche y vio unos diminutos pies bajar y por encima de la puerta vio aquella suave mano, el corazón de la casa comenzó a palpitar como loca y dio un vuelco al verla salir y verla sonreír, había vuelto.
Mientras los dos hombres hablaban la mujer se acercó a la casa y acarició su puerta con cariño, esta sintió calor por primera vez en demasiados años, sintió la felicidad nuevamente. Abrió la puerta desesperada por enseñarle más y a pesar de que los hombres no pusieron buena cara ella entró. Recorrió lentamente las habitaciones, ni muy grandes ni muy pequeñas, a veces daba suaves caricias en sus fuertes paredes, sucias sí, pero robustas y sanas, el suelo lleno de suciedad y algún bicho. Caminaba lentamente observando con aquello ojos, siempre con una sonrisa, siempre con admiración. La casa la vigilaba y la guiaba sentía sus pequeños pies sobre aquellos finísimos tacones caminar por entre sus maderas viejas y advertía mediante chirridos suaves del crujir de la madera lugares que pudiesen causarle algún daño. La guiaba con cariño por las habitaciones, vigilándola, velándola.

Ah~~~ como la amaba

Amaba a aquella mujer con locura, deseaba que su recorrido jamás terminase. Cuando la planta baja acabó la llevó hasta le pie de sus escaleras, robustas, elegantes, tan acogedoras. La mujer sintió la invitación y se sintió tentada, pero tenia miedo, la casa lo sintió, pero la tranquilizo: «sube, sube, cuidare de ti, sube» El hombre y el marido le dijeron que no lo hiciese  pero ella miro nuevamente a la casa, un poco asustada, la casa le devolvió la mirada, también asustada, no deseaba asustarla, la mujer sonrío y dulcemente puso su mano sobre el pasamanos. Puso lentamente el primer pie en el escalón y la casa se estremeció sintiendo aun mas calor: «un escalón, otro escalón, ahí no » un crujido la advirtió «mas a la derecha, un poco mas… ahí sube… sigue subiendo… cuidado ahí. » escalón por escalón la mujer subió y llegó a la parte de arriba.

La casa se sintió avergonzada, nadie había subido allí en demasiado tiempo, estaba completamente sucia llena de polvo y nidos y la madera no toda era buena, pero ella volvió a sonreír y quiso enseñárselo todo. Mientras la mujer miraba, sonreía, acariciaba con cariño las paredes. La casa decidida a mostráselo todo, rogó al viento que golpeara sus ventanas para abrirlas y enseñarle lo que la casa podía ver. El viento escuchó sus suplicas y suavemente comenzó a agitar las contraventanas de madera vieja. Alertada por esta llamada de atención la mujer se acercó lentamente y las abrió. El viento golpeó su rostro, acarició sus mejillas y jugó con su pelo al abrir, la casa sentía tanta envidia. La mujer quedó asombrada al mirar tan hermosas vistas, tanto campo y un hermoso jardín que podría cultivarse. Volvió a acariciar la contraventana, en agradecimiento por lo mostrado, y luego cerró antes de bajar.
La casa estaba tan feliz con su visita que al verla dirigirse afuera y reunirse con los dos hombres se sintió desconcertada. Los hombres hablaban, pero no sabia de que, la mujer cerró la puerta gentilmente y acarició la puerta, la casa tubo miedo. La mujer se alejaba, se dirigía al coche. Por primera vez la casa se sintió aterrorizada, deseaba tener brazos para poder retenerla, deseaba tener voz para poder llamarla, desesperada gritaba, se agitaba, rogaba: «no te marches, no te vallas, por favor, no te vallas»

Pudo ver como se marchaba, como se alejaba y la casa se sintió morir, la amaba, amaba tanto a aquella mujer, recordaba triste el roce de su mano y sentía sus paredes resquebrajarse, recordaba sus pequeños pasos y sentía la madera a punto de caer. Recordó le viento y sintió envidia e ira, recordó como le suplicó que volviese, pero no lo hizo. Después de aquello la casa se vio más fea, más vieja, no tenia ganas de mostrarse orgullosa, se sentía sucia, rota y abandonada, el recuerdo de aquella mano la hacia infeliz, quería volver a verla, deseaba aunque solo fuese verla pasar, pero quería ver su sonrisa otra vez, ¿Por qué la amaba tanto? A veces pedía completo silencio a los árboles y al viento y pastaba con atención para recordar el sonido de sus pasos por la madera.
Un día después de aquello, no supo cuanto unos hombres llegaron, se bajaron con cascos, trajeron camiones y demás y supo que el momento había llegado. Jamás quiso pensar en ello pero sabía que era muy probable que intentasen tirarla para construir otra casa mas joven, esas presumidas, extrañas y débiles que empezaban a romperse al poco.
Miró desafiante a los obreros y vio como ellos ni la miraban, aun así recogió todo le animo que le quedaba y volvió a mostrarse orgullosa una última vez, enseñando todo lo que tenía deseando que ojala pudiese verla de nuevo… aunque solo fuese un sueño.
Cerró los ojos y lentamente fue apagándose dejando de sentir para no sentir el dolor de las paredes al caer: «Adelante, matadme»
Unos pasos distintos entre los obreros se sintieron se acercaron hasta su puerta y una mano se poso en su vieja madera, el calor la recorrió como un incendio y abrió los ojos de golpe mirando desesperada a su puerta y la vio, allí estaba su amada, abrió la puerta de par en par y se giró para hablar con los hombres, solo dijo una frase: «Tratadla con cariño»

«Tratadla con cariño»

La casa sintió tal calor y tal cantidad de amor que podría haberse levantado y gritado de haber tenido piernas y boca.

Cuando estuvo restaurada acogió a la mujer que tanto amaba en su interior, le dio un hogar, la protegió y la cuidó, sentía sus suaves caricias en los muros, ella sabia que tanto le gustaba. Fue testigo de su primer embarazo, los pasos de su primer retoño así como el de los siguientes, vio con ella muchos tiempos distintos, los buenos, los malos, de fiesta, de celebración, de pena… todos ellos.

Pero los años pasaron y ella se volvió vieja, la casa lloraba en su ausencia, su amada morirá pronto abandonándola para siempre y sabía que de ese lugar jamás podría esperar volver a verla. La casa se sentía morir, deseaba derrumbarse, pero lo que más le dolía, lo que provocaba sus lágrimas y su llanto más que nada es que no podría verla, se la había llevado a un hospital y ella no podría despedirse.
Entre su locura de llanto sintió el coche llegar y vio ante su incrédula mirada como la bajaban en una silla de ruedas. Era mucho más vieja, estaba arrugada, muy pequeña, más redonda y tan débil, pero sumamente hermosa.
La mujer pidió que pusieran su cama debajo de la ventana contra la pared, al casa la recibió con los brazos abiertos, ofreciéndole su incondicional amor. La mujer, sola, postrada en la cama acariciaba la pared, apenas tenia fuerza pero aquel gesto de amor era imposible de abandonar. Ella hablaba con la casa, le contaba cosas y le contaba lo que pasaría en el futuro, la casa en su silencio respondía, y sabía que aunque nadie la escuchase, ella si podía. Ah~~ pero cuanto la amaba.
Cuando la mano de la mujer dio una ultima caricia para acabar inerte sobre la cama, la casa se estremeció, grito de dolor a punto de romperse y cuando le cuerpo fue retirado deseó cerrar sus puertas y ventanas y convertirse en la tumba de su amada y así morir con ella para siempre, pero lo había prometido. Prometió cuidar te sus descendientes, prometió darles cobijo siempre, y quererlos, lo prometió.

La vida no volvió a ser la misma, pero la mujer le guardó sorpresas, sus cenizas fueron traídas a casa y un puñado fue esparcido por le viento en el jardín. La casa las miró, y recordó a su amada por primera vez, el resto de las cenizas fue conservado en aquella esquina en donde la casa las guardaría como una parte de ella para siempre, deseando a su amada, contándole como pasaban los días.

Muchas generaciones de aquella mujer pasaron por aquella casa, muchas. Pasaron años, y años y años. Pero la casa solo podía amarla a ella, no importa cuantas descendientes se le parecieran o cuantas llevasen su nombre. Muchos años después una familia descendiente de una rama que se había ido de casa volvió para quedarse, ella como siempre trato cariñosamente a sus descendientes, pero cuando la última miembro de la familia entró sintió un escalofrío. La miró, una pequeña niña caminaba con sus pies pequeños hasta el mismo centro delante de las escaleras, levantó la cabeza y miró a la casa al fondo de su alma y sonrió, la casa sintió otro escalofrío y le devolvió una dulce y melancólica sonrisa.

«Ah~~ … es ella»





4 comentarios:

  1. Ah , hola, aun con lagrimas en mis lindos ojitos te agradezco por compartir estas hermosas palabras con nosotros. a partir de ahora aunque no siempre escriba,visitare este gran rinconcito.muchisimas gracias

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  2. Gracias a ti por visitarlo, alegra el día ver estos comentarios. un gran chu!!

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  3. Holaa gracias por compartirlo a mi me gusto mucho!!!! que tengas un buen fin de semanaa! beso!

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  4. Ah que hermoso cuento, Lo ame! que bueno que no lo cambiaste porque para mi esta perfecto.
    Te sigo!!!

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